Hoy en día se ofrecen un sin número de «evangelios» centrados en el hombre. «Evangelios» que dicen cosas como «Dios quiere que seas rico y próspero en esta vida» o «Dios quiere sanarte de toda enfermedad tanto física como emocional» o «Dios quiere darte de todo aquello que sientas que necesitas». Pero ¿cómo estos evangelios centrados en el hombre difieren del evangelio verdadero, bíblico y centrado en Dios?
Un evangelio centrado en el hombre define nuestras vidas en términos de lo que «necesitamos» o más queremos.
El evangelio bíblico reconoce correctamente que ninguno de nosotros vive para sí mismo sino para Dios (Ro. 14:7-9).
Un evangelio centrado en el hombre considera que nuestras necesidades y deseos son las problemáticas fundamentales.
El verdadero evangelio reconoce que pecar contra Dios y enfrentar su ira es el más fundamental problema que podamos imaginar.
Un evangelio centrado en el hombre está basado en nuestros deseos, nuestras peticiones, nuestras necesidades.
El evangelio bíblico mira a la Biblia para definir nuestros problemas y la solución de Dios: la muerte de Jesucristo que cargó con nuestro pecado y su resurrección que nos dio vida.
El verdadero evangelio pone a Dios en el centro del mensaje —y en el centro de nuestras vidas, y en el centro del universo entero— porque esa es la verdad. Nosotros vivimos y morimos en un universo centrado en Dios.