1. Los creyentes que asisten fielmente confirman el poder del evangelio y apoyan el evangelismo, mientras que los que no asisten lo hacen más difícil.
Jesús dijo: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn. 13:35). Jesús oró por la unidad de sus discípulos, «para que el mundo crea» que el Padre envió al Hijo al mundo (Jn. 17:21). Para que el mundo vea nuestro amor y unidad debemos congregarnos juntos regularmente. Todos los que llevamos el nombre de Cristo – siendo afirmados por una iglesia local y llamándonos «miembros» – pero quienes voluntariamente eligen vivir sus vidas fuera de la comunidad pactada de creyentes están practicando robo de identidad. Han tomado el nombre de Cristo pero no se identifican honestamente con su cuerpo, la iglesia local. El vivir vidas sin rendición de cuentas hace que el evangelismo sea más difícil para los cristianos porque a menudo no están viviendo como cristianos.
2. Los creyentes que asisten fielmente confirman las vidas centradas en Cristo a los nuevos creyentes, mientras que los que no asisten los confunden.
Los nuevos creyentes necesitan buenos ejemplos (Hch. 18:24-26; 1 Co. 11:1; Tit. 2:2-6). Cuando la doctrina que se les ha enseñado no coincide con los ejemplos que ellos observan en los que no asisten, son confundidos. Ellos fueron llevados a creer que una persona puede ser «cristiana» y a pesar de esto tener poca o nula conexión con el cuerpo de Cristo. Los creyentes que no asisten no solo dan mal testimonio (vea el punto anterior) sino que también son malos ejemplos. Ellos pasan por alto y no obedecen innumerables pasajes de la Escritura y fallan al no reflejar el carácter de Dios en las maneras más básicas, a pesar de que aseguran haber sido adoptados por Dios.
3. Los creyentes que asisten fielmente animan a otros creyentes regulares, mientras que los que no asisten los desaniman.
Una razón de congregarnos regularmente es con el propósito de ser alentado personalmente. «Y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (He. 10:24-25). Cuando una iglesia permite que los creyentes que no asisten regularmente continúen siendo miembros efectivamente han perdido el significado de la membresía; esto lastima y desalienta a los que son fieles.
4. Los creyentes que asisten fielmente confortan a sus líderes por adherirse a la verdad, mientras los que no asisten los preocupan.
He. 13:17 dice: «Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta». A la luz de este versículo un pastor o anciano fiel debe sentir la responsabilidad del estado espiritual de cada oveja de su rebaño. Como la preocupación de un padre al ver que ya son altas horas de la noche y su hijo aún no regresa, el pastor no descansa hasta que ha contado todas sus ovejas. Los creyentes que no asisten regularmente hacen este trabajo casi imposible.
5. Los creyentes que asisten fielmente están en posición de exhortar, corregir y animar a otros miembros de acuerdo a la Palabra de Dios, mientras que los que no asisten no.
Debido a su ausencia, los creyentes que no asisten tendrán casi imposible saber cuándo o cómo es que los otros miembros de su iglesia están cargados por pecados o sufrimiento. Por otra parte, cuando los miembros de una iglesia están presentes y comprometidos pueden hablar la verdad en amor unos a otros de la misma manera que el Señor exhortó por medio del apóstol Pablo: «sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor» (Ef. 4:15-16).
6. Los creyentes que asisten fielmente estarán creciendo continuamente en su salvación, mientras los que no asisten no.
«Desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación» (1 Pe. 2:2). Puesto que Dios ha dado medios específicos por medio de los cuales los cristianos crecerán en la fe, descuidar estos medios sofocará la salud y crecimiento espiritual. Escuchar la Palabra de Dios predicada, cantar la Palabra de Dios en adoración congregacional y servir el cuerpo de Cristo de acuerdo a la Palabra de Dios son solamente algunos ejemplos de la gracia que se nos da para nuestra santificación. Estos medios de crecimiento espiritual están disponibles primeramente a quienes asisten fielmente a las reuniones de la iglesia.
7. Los creyentes que asisten fielmente serán ayudados a perseverar en la fe, mientras que los que no asisten ponen en peligro sus almas.
Es verdad que somos salvos solo por gracia, por medio de la fe en Cristo, y al mismo tiempo es verdad que Dios usa a la iglesia local para ayudarnos a perseverar en la esa fe salvadora. En la carta a los Hebreos, encontramos que una de las principales maneras en las que somos guardados de la apostasía es por medio del fortalecimiento espiritual que obtenemos de otros hermanos (He. 3:12-14; 10:19-31; 12:25-13:17). Como se ha clarificado en todos los puntos anteriores, nosotros necesitamos de otros creyentes para combatir el pecado y seguir a Jesús. Esto significa que mientras tu asistencia a la iglesia no te hace ganar la salvación es algo que Dios usa para ayudarte a perseverar en fe y a entrar en el reposo final que ha puesto Cristo delante de nosotros (He. 4:6-16). Estas preocupaciones tienen un peso celestial sobre los ancianos de DRBC, como lo debería ser en toda la congregación. Somos llamados por Dios para amarnos los unos a los otros y estamos obligados por las Escrituras a cuidar unos de otros asegurando que estamos cumpliendo nuestro compromiso con el Se- ñor y unos con otros (Gá. 6:1-2; 1 Ts. 5:11; He. 13:12-13). Esto lo hacemos porque, por la gracia de Dios, nos preocupamos profundamente por el honor del Señor y el bienestar de nuestras almas. Por todas estas razones, no podemos permanecer inmóviles cuando un miembro no se está congregando regularmente (1 Pe. 5:1-3). En estas situaciones, los ancianos guiarán a la congregación a consultar el estado individual y si es necesario lo animarán a honrar su responsabilidad de congregarse regularmente. Si el miembro no responde a las preguntas de los ancianos o no proporciona una explicación adecuada para su inasistencia nosotros seguiremos el mandato del Señor Jesús como lo refleja los documentos de gobierno de la iglesia y presentaremos el nombre del miembro a la congregación para ser removido de la membresía como un asunto de disciplina (Mt. 18:15-18).
Extraído de la Revista 9Marcas | Edición #4 | La membresía de la iglesia – Por Garrett Kell