El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua. (Proverbios 28:23).
Para muchas personas una iglesia ideal es aquella donde la corrección, la reprensión o la disciplina nunca se dan porque eso, en teoría, afecta el ambiente y las buenas relaciones. ¿No debemos vivir en amor porque «Dios es amor»? (Se preguntan).
Hay tres aspectos a tener en cuenta de por qué se debe amonestar (reprender) a los que llevan una vida desordenada o se involucran en pecados repetitivos.
1-No estamos aún en el cielo; debemos corregir
En el cielo será «todo paz y amor» porque estaremos con el Salvador y no habrá más pecado. Pero mientras estemos en esta tierra, la iglesia tendrá que soportar las embestidas del pecado una y otra vez. Las personas se desviarán y deben ser llamadas a reconocer sus pecados y buscar la restauración en Dios. Ninguna disciplina al principio pareciera ser «causa de gozo» (Heb. 12:11), pero el fin es dar un «fruto de justicia». Por el contrario, evitar la disciplina o la corrección, al principio trae cierta paz temporal, pero no tardará en dar posteriormente el fruto amargo que es la consecuencia de las malas acciones sin arrepentimiento genuino.
2- Corregir es un acto que trae mayor gracia
La reprensión del pecado, aunque parezca un acto duro en medio de una sociedad «susceptible a ser corregida» y donde todos se ofenden por nada, traerá una mayor gracia de Dios a la larga. No corregir el pecado es dejar crecer las malas hierbas que luego ahogarán las buenas plantas. La iglesia es un jardín de Dios donde por un lado se riega y se abona para un buen crecimiento de las plantas. Esto se hace a través de la edificación de la Palabra de Dios, la consejería bíblica etc.. Pero, por otro lado, todo jardín necesita ser periódicamente desmalezado. Y esto es reprender el pecado y la conducta desordenada de los miembros de la iglesia. Es necesario regar, pero también es necesario podar.
3- Nos estamos para adular a las almas
La palabra «lisonjear» utilizada en este proverbio equivale entre otras cosas a «adular». La iglesia no está llamada a adular a los hombres sino a exponerles la verdad de la Biblia. Jesús se ganó el odio de muchos (al punto de querer matarlo) por decirles la verdad (Juan 8:40). Adular solamente a las personas para ganarse su simpatía sin denunciarles su pecado es algo contrario a la Palabra de Dios. Cuando esto ocurre en una iglesia, su propósito de representar a Cristo terminó.
Conclusiones finales:
El mundo se pregunta: ¿De verdad Cristo está en tu iglesia? La respuesta que tendría que ser es: Sí. Cristo (la cabeza) se manifiesta a través de la vida de su miembros. ¿Pero qué pasa cuando un miembro no está representando a Jesús en sus acciones? Es allí donde la disciplina es necesaria. Porque lo que está en juego en una iglesia local no es si todos somos simpáticos y nos movemos en un ambiente «buena onda», sino si representamos a Jesús fielmente, y si cuando pecamos nos arrepentimos para dar gloria a Dios. Esto es, en definitiva, hallar «mayor gracia».
Pastor Alejandro Riff