A menudo no se enseña el evangelio, y palabras que no tienen su origen en la Biblia diluyen el significado verdadero y penetrante del pecado, la muerte, y el infierno, o se confunde a aquellos que genuinamente están buscando la verdad.
Las promesas de salud y riqueza engañan a los más vulnerables: a los pobres, a los desfavorecidos y a los enfermos. Y muchas iglesias ofrecen un «evangelio» que no cuesta nada, cómodo y que da beneficios; el cual no se encuentra en ningún lugar de las Escrituras. De hecho, el evangelio es reducido a lo que Pablo llama «un evangelio diferente», el cual no es el evangelio en absoluto (Gálatas 1:6-7).
Al servir a los deseos de la gente, las iglesias comunican que su atención se centra en los que no son cristianos, no en la gloria de Dios reflejada por su pueblo cuando le adora. Las sublimes estrofas de los coros han sido reemplazadas por espectáculos de luces láser, con el fin de que una reunión de iglesia se convierta en un lugar para entretenerse más que para adorar. Jesús atraía a la gente, pero nunca las entretenía; esa es una enorme diferencia que se ha perdido en la iglesia moderna.
Igualmente, apelar a la atención de los amigos, los seguidores o los convertidos a través de las redes sociales se parece mucho a las antiguas cámaras de televisión ubicadas en las galerías de las iglesias: pueden tentar a los líderes de las iglesias a perder de vista a las personas que tienen enfrente. La labor comercial basada en la presión ha sido reemplazada por la venta fácil de la autoayuda.
[…]La solución es fijar en nuestras mentes y corazones los principios bíblicos de una evangelización centrada en el evangelio. Debemos aprender cómo enseñar el evangelio con integridad y mantener presente el objetivo principal de la verdadera conversión.
J. Mack Syles, La Evangelización, 9 Marcas de una iglesia saludable, p.36.